A grandes rasgos, podríamos definir la autoestima como la valoración, percepción o juicio positivo o negativo que una persona hace de sí misma en función de la evaluación de sus pensamientos, sentimientos y experiencias.
Entre los indicadores de presentar una pobre autoestima podríamos citar los siguientes:
-Comparación continua con los demás, con tendencia a ensalzar determinadas cualidades de otras personas mientras se menosprecian las propias.
-Un éxito solo es válido cuando otras personas lo reconocen o le halagan.
-Quedarse atrapado en relaciones de pareja o amistad nocivas y tóxicas.
-Presentar dificultad a la hora de tomar decisiones.
-Ser muy influenciable por las opiniones ajenas.
-Una tendencia a castigarse a sí mismo, creyéndose no merecedor del placer ni el disfrute.
-Priorizar las necesidades ajenas antes que las propias.
-Descuidar la propia salud y la propia imagen.
-Inseguridad.
-Centrarse en los fracasos al recordar su pasado.
Las personas con baja autoestima suelen tener un diálogo interno constante, dicho diálogo está cargado de críticas, reproches y valoraciones de poca valía hacia ellos mismos. Por eso, uno de los objetivos de la terapia es hacer al paciente más consciente de este diálogo interno y los pensamientos que lo componen. Posteriormente se someteran dichos pensamientos a un análisis exhaustivo, comprobando si el paciente está incurriendo en algún tipo de sesgo de pensamiento. Finalmente los pensamientos sesgados serán sustituidos por otros más realistas y adaptativos.
Es importante decir que el tratamiento de la autoestima no solo aborda la problemática antes mencionada del diálogo interno, trata además de incidir en otros aspectos como mejorar la capacidad de comunicación, proveer de estrategias para la toma de decisiones y ayudar a la persona a valorar sus logros-por citar algunas-.