Hay quien aprovecha cualquier excusa para escapar del confinamiento: comprar el pan, pasear al perro, tirar la basura, hacer una fiesta clandestina de 24 horas en un bar… Otros, sin embargo, viven cada una de sus obligadas excursiones al exterior como un auténtico calvario. Quizá le haya pasado: está usted en la cola de la caja del súper, todo un experto en guardar las distancias, y, de pronto, se da cuenta de que no se encuentra bien. «Es una sensación de mucho agobio, un malestar que no sabes definir, me cuesta respirar e incluso me duele el pecho. Y empiezo a pensar que solo quiero volver a casa», relata un afectado que prefiere no dar sus datos. «Y puede que haya algo de miedo al contagio, al mío propio o al de los otros, pero en realidad no es por eso». Porque esta situación nos ha inyectado en el cuerpo un sinfín de temores.
«Estar atento a mantener la separación en los pasillos del súper, andar esquivando a la gente, tratar de no estornudar o toser pese al frío que hace en la zona de yogures, y si no has encontrado mascarilla, que parece que todo el mundo sabe dónde comprarla, pues ya te parece que todos te miran mal», añade el afectado. «Y cuando vas de vuelta a casa cargado como un mula y se te ocurre mirar hacia arriba, a balcones y ventanas, ya imaginas que alguien te va a empezar a gritar que te vayas a casa, como en esos vídeos que hemos visto, que es lo único que quieres en ese momento, pero no te apetece quedar en evidencia… Encima, los niños se quedan con mi pareja, que está trabajando, al teléfono todo el rato, y ya pienso que estoy tardando demasiado… Cuando entro en casa, tardo un rato en recuperarme, pero se me pasa. Y solo el pensar en salir me hace volver a sentirme mal».
Ser visto en negativo
Isaac Fernández, psicólogo granadino, considera que todo este malestar se debe «al miedo, la preocupación o el temor a ser evaluado negativamente por los demás». «En un extremo patológico de este problema encontraríamos lo que denominamos trastorno de ansiedad social, no obstante, no hace falta padecer este trastorno, y menos en la situación actual, para sentir síntomas de ansiedad en algunas situaciones cotidianas que, dadas las circunstancias, han cobrado otro matiz: estornudar en público, caminar por la calle hacia el médico o el supermercado…».
Aclara el experto que determinadas conductas o sucesos cotidianos que pasaban inadvertidos en una situación normal «nos sitúan ahora en el centro de atención de otras personas y esto no es algo que todos toleramos igual de bien, y menos aún cuando aparecen signos de estar siendo valorados negativamente, me refiero a miradas, insultos, murmurar entre dientes…».
Aquí también hablamos de síntomas, los que conlleva un ataque de ansiedad, y pueden ser muchos y variados: dolor de pecho, malestar, sudoración, agitación, temblores… ¿Qué podemos hacer? Isaac Fernández: «A las personas que conozcan técnicas de relajación, como por ejemplo la respiración diafragmática, pueden resultarles de utilidad en estas situaciones, y tratar de no estar excesivamente alerta a las reacciones de otras personas, ya que podemos malinterpretarlas, porque el otro puede estar pensando en sus problemas laborales o personales, atendiendo a otros estímulos… La forma en la que interpretamos lo que sucede a nuestro alrededor condiciona la forma en la que nos sentimos». Se refiere a que en estos días es más fácil ver demonios, buscarle la vuelta a lo que no lo tiene.
«Conviene recordarnos la excepcionalidad de esta situación y que muchas reacciones, como por ejemplo la irritabilidad, son consecuencia de tantos días de confinamiento. Si el malestar que sientes ante estas circunstancias es muy grande, tal vez te ayude plantearte esta pregunta: ¿qué le dirías o aconsejarías a alguien con tus mismos miedos?».
Fuente: La verdad (24-04-2020)